“Planeta Soberano tú, que en esta hora dominas con tu influencia sobre la Luna, yo te conjuro por la virtud del azúcar y de éste gato negro, y en el nombre de Dios creador, para que conceda toda clase de bienes, tanto en salud, como en tranquilidad y riqueza”
Hechizo y ritual de la suerte
H
ola a todos, hoy seré yo, Lola, la que os cuente una nueva historia sobre nosotros los gatos y nuestra época más oscura. Además, como el color de mi pelo es el azabache y se asocia a las brujas, tenemos todos los ingredientes para comenzar este relato.
En un artículo anterior, mi compañero Garfield os contaba una hermosa historia sobre Mau. Hablaba sobre lo mucho que nos veneraban en el antiguo Egipto y hasta que punto había llegado la adoración hacia nosotros por parte de vosotros, los humanos.
Pero nuestro idílico paraíso no podía durar eternamente, y unos cientos de años después de que diésemos el salto a Europa de manos del Imperio Griego, nuestro declive e incluso nuestra existencia en este continente, marcó un antes y un después para su población de humanos.
No fueron los primeros pobladores de esa antigua Europa los encargados de nuestra caída. Por el contrario, pueblos como los celtas o los galos nos tenían en muy alta estima.
Entre el pueblo galo se castigaba la muerte de un gato con el equivalente a una oveja y su cordero, o la suficiente cantidad de trigo para cubrir completamente el cadáver del gato, suspendido este por la cola y tocando su nariz en el suelo. Asimismo los celtas, consideraban que los ojos de los gatos conducían directamente al reino de las hadas.
Mas adelante, ya en la Edad Media, nosotros los gatos fuimos vinculados al paganismo a través del culto a la diosa Creya, diosa del amor y la curación en la mitología nórdica. Cuenta la leyenda, que esta diosa guardaba en su jardín las manzanas con las que se alimentaban los dioses del Walhalla (equivalente nórdico al Olimpo griego), y en su iconografía aparecen dos gatos tirando del carro de la diosa.
Como veis éramos muy queridos, e incluso hablaban de nosotros en muchos libros paganos de la época como Los Evangelios de las Ruecas, o Évangiles des quenouilles; los cuales, fueron publicados en Brujas hacia 1480 con la excusa de unas reuniones en las que las mujeres hilaban e intercambiaban consejos, dichos, remedios, etc. Entre estos abundaban las supersticiones pero, se tome como se tome, es un gran documento sobre la vida cotidiana, sobretodo la de las mujeres.
En estos evangelios se citan unas cuantas veces los gatos, siempre con mucha naturalidad, como si fuera muy corriente y deseable el tener al menos uno en casa.
Nota: los llares son las cadenas que se cuelgan en el hogar (chimenea) para colgar de ellas los calderos al cocinar.
El Bestiario de Aberdeen, un manuscrito de la alta Edad Media que trata de diversos animales y otros temas naturales, dice del gato:
El Libro de los Gatos es un compendio de ejemplos, o fábulas morales, anterior al siglo XV. No se sabe porqué en algún momento se le dió ese título. En él, Los gatos aparecen retratados de diversas maneras:
XI. Sobre los ratones y su dieta. Un ratón prefiere comer mal pero tranquilo, otro comer mejor a riesgo de ser cazado por un gato. Al igual que el gato acecha al ratón entre los manjares, acecha el diablo a los pecadores.
XVI. Éste es de un hombre que puso al gato en el arca en que guardaba el queso, para que matara al ratón que se comía al queso. El gato comió ratón y queso. La moraleja tiene algo que ver con los curas y similares corruptos.
XXXVII. Razones para no usar un gato como crítico gastronómico.
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EL PRINCIPIO DEL CASI FIN

Grabado de juicio inquisitorio (Edad Media)
Nuestra verdadera condena llegó de la mano de la Iglesia Católica y la Santa Inquisición. A partir del año 1180 al 1200, comienza una frenética persecución hacia nosotros, los felinos. En esa época la gente no estaba muy instruida, las ciencias aún estaban en pañales y los jerarcas del la iglesia Católica, por temor a perder el poder, arrasaban con cualquier cosa que les hiciera sombra. Fue ahí que comenzaron a ver al gato como un animal sospechoso de confabular contra ellos.
Esas sospechas se basaron en parte en el desconocimiento de nuestra fisiología y comportamiento, hasta el punto de determinar una serie de nuestras características y asociarlas a rituales propios del satanismo. Lo cual promovió abundantes bulas papales sobre nosotros:
Año 1227: el Papa Gregorio IX describe al demonio con un gato negro.
Año 1230: El Obispo de París, Guillermo de Auvenia, describe a Lucifer como un sapo o un gato.
Año 1300: El Papa Clemente V acusa a los Templarios de brujería por adorar a un gato negro, y realizar prácticas sexuales anormales.
Año 1484: El Papa Inocencio VIII (inquisición) alentaba el sacrificio de gatos quemándolos en fiestas populares. También se sacrificaba a cualquier médico naturalista que pretendiera utilizar hierbas curativas.
De la misma manera, durante esta oscura época se prohibió a cualquier persona alimentar o ayudar de alguna forma a un gato. Si la persona desobedecía, ésta era acusada de hereje. La iglesia le expropiaba sus bienes, la persona era torturada y “con mucha suerte” encarcelada, aunque lo más normal era enviarlos a la hoguera. Por eso sobre el 1400, nuestra raza fue prácticamente exterminada en Europa. Pero como toda acción obtiene su reacción tarde o temprano, Europa pagó muy cara su ignorancia.
Alrededor de 1347, un barco con navegantes genoveses traen la peste desde Asia (China e India). En muy pocos años alrededor de 25 millones de personas (1/3 de la población) muere contagiada, siendo las ciudades por su sobrepoblación, las mas afectadas. La falta de gatos y la proliferación de las ratas, unido a la escasa higiene, desencadenó que la peste se extendiera a grandes pasos durante casi 200 años.
La peste es producida por una bacteria (Yersinia pestis o Pasteurella pestis), que no fue descubierta hasta finales de 1800. Infectaba a las ratas y era transmitida por las pulgas de estos roedores. Una vez adquirida por el hombre, se transmite de persona a persona. En el siglo XII se decía que cuando las ratas empezaban a morir había que abandonar las casas.
No será hasta el siglo XVIII cuando nuestra especie vuelva a florecer en Europa, y ocupemos el lugar que nos corresponde, volviéndose a restablecer el equilibrio natural en todo el continente. Pero esa… es otra historia.