Los linces son animales silvestres? Salvajes?
Pues claro!
Y si te digo que pueden vivir con una familia en una casa, y sin escaparse?
Imposible!
a historia de Mia y Max ha revolucionado medio Texas (USA), y también que se tenga que revisar el concepto que muchos ecólogos aún tienen de la vida salvaje y sus costumbres. Todo comenzó hace unas semanas ya acabando la primavera cuando el CARE (Centro de Investigación Animal y Educación en Bridgeport, Texas, USA), tuvo que hacerse cargo casi simultáneamente de dos pequeños cachorros linces que sorprendentemente… parecían acostumbrados a la vida domestica. Se acercaban ronroneando a la gente. No se asustan de las personas y se muestran más cariñosos que muchos de los gatos que tienen en el recinto.
LA HISTORIA DE MIA
El 3 de mayo del 2015, Carlos Pérez y su familia descubrieron a una pequeña gatita en una obra en construcción. Se notaba que estaba perdida y que no encotraba a su madre pero decidieron darle un día, para ver si por fin venía a rescatarla. Al día siguiente, y en vista de que todo seguía igual, decidieron recogerla y darle cobijo en su casa. Tenía unos rasgos raros para ser una gata, a pesar de que se había aclimatado muy bien en su casa. Después de una semana llamaron al CARE para conocer su estado de salud. Heidi Krahn, la directora del centro no tubo la menor duda al verla de que se trataba de un cachorro de lince. La sorpresa fue tremenda, más que nada porque cuando llegó a la casa de los Pérez, la peluda estaba tranquilamente en brazos de Carlos, el niño de nueve años que la había rescatado.
Se notaba que había estado deshidratada pero su estado de salud era estupendo. Había que llevarla al centro cosa que fue difícil para Carlos pero no tuvo más remedio que dejarla ir. «La llamamos Mía de la Trinidad en honor a Carlos que la rescató, y al río Trinidad que está en la zona». La familia sostiene la teoría de que Mía llegó a la obra tras las tormentas que asolaron la zona, y que hicieron que el río local se desbordase de manera imprevista.
LA HISTORIA DE MAX
Por su parte, Max tiene un pasado bastante más común. Como suele pasarle a muchos cachorros lince, su madre fue probablemente herida de bala y perdió a su cachorro. Max fue posteriomente encontrado por el alcaide del lugar que lo cedió a una protectora de vida silvestre. Tras llegar al centro CARE fue revisado por el doctor, que le dio el visto bueno. No le costo mucho, más bien nada, adaptarse al entorno humano. A los dos días ya estaba durmiendo sus siestas de día y jugando por la noche, sobre todo con las perchas que tenían colgadas cerca de las ventanas, donde también le echaba un vistazo a los pájaros que se posaban en los árboles cercanos. Es muy protector con Mía y ya se han hecho muy amigos, duermen acurrucados y todo indica que tampoco sería apto para soltarlo en la naturaleza.
El problema es que tanto Mia como Max no son aptos para ser devueltos a su habitat «natural». En realidad nunca se podrían ya aclimatar a un entorno exterior en la naturaleza, ya que sería hostil para ellos. Si todo va bien y como hasta ahora, pasarán sus vidas en el Centro de Investigación Animal y Educación (CARE), donde sus hijos recibirán la mejor atención posible de por vida. En este momento están utilizando una terraza acristalada con clima controlado como sala de juegos. «Estamos trabajando en la construcción y el recinto al aire libre apropiado para que se muevan en el futuro», comenta uno de los responsables.
Una curiosa historia que nos debe hacer pensar acerca de lo equivocado de muchos de nuestros conceptos acerca del mundo animal. No por ser salvajes o silvestres, muchos de los animales que conocemos son necesaria y obligatoriamente violentos o agresivos.
Fuente: CARE Rescue Texas