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ace unas semanas todo parecía normal para Georgia Bradley y su novio. Habían viajado de vacaciones desde Inglaterra a la isla griega de Creta. Sol radiante y buenas playas, que más se puede pedir.

ANUNCIO COCODISEÑO MEGATORRE CASTILLOAsí  las cosas, una de las tardes y mientras su novio estaba tomando algo en la terraza de una cafetería, Georgia se aventuró por las callejuelas cercanas para mirar algunas cosas. Casi sin darse cuenta se había quedado totalmente sola, no parecía haber nadie en ese momento en el estrecho callejón por el que se había semiperdido, y justo en ese momento dos hombres se dirigieron hacia ella para invitarle a tomar algo. Como ella se negó, le insistieron. Ante su nueva negativa, uno de ellos la agarró por el brazo y cuando el otro iba a cogerla por el otro de manera ya bastante agresiva, una perra se avalanzó sobre ellos ladrándoles y lamiendo la mano que aún quedaba libre de la chica.

  «Ella me salvó. Seguro que debía haber notado que algo andaba mal. Cuando volví al apartamento ella nos siguió y dejó que la acariciaramos. Tuvimos un vínculo instantáneo»

Se trataba de una perrita sin hogar, mestiza y de color negro. Georgia decidió llevarla a un veterinario para ver si estaba bien, y a un refugio de acogida, pero en ninguno de los sitios a los que se acercó quisieron hacerse cargo de la perrita.

Pasaron los días y Pepper (Pimienta), como la bautizó, no paraba de seguirles por todo el pueblo de Georgioupoli donde estaban alojados. Finalmente llegó el día de volver a casa y coger rumbo al aeropuerto. Llamaron a un taxi y Georgia vió por la ventanilla de atras como Pepper corría desesperadamente tras el coche.

«Fue desgarrador. Cuando llegué a casa no pude dejar de pensar en ella, así que tomé el vuelo de vuelta lo más pronto que pude, dos semanas más tarde»

Lo cierto es que la cosa era complicada… dos semanas por medio, plena época veraniega con miles de personas en una de las zonas más turísticas del archipiélago griego, y una perrita itinerante sin hogar que a saber donde podría encontrarse. Pero como suele pasar en este tipo de situaciones, las cosas del destino hicieron que la segunda mañana, mientras Georgia buscaba afanósamente en una playa, viera a lo lejos la silueta inconfundible de Pepper:

«Fue la mejor sensación del mundo»

Georgia no se lo podía creer. Contra toda probabilidad volvían a estar juntas. Esta vez volvió al veterinario local para que la atendiera en condiciones. Le colocaron un microchip además de todas las vacunas que precisa una perrita de esa edad, y listo!

Tan sólo faltaba un requisito más: La dichosa cuarentena. Tras 21 días de aislamiento, Georgia volvió a coger el tercer vuelo a Grecia, pero esta vez regresaría con su nueva amiga, Pepper.

Por cierto esta historia no acaba aquí. Pepper no venía sola. Al parecer estaba embarazada, hace pocos días dio a luz seis hermosos perritos. Increíble, no?

Fuente: Telegraph

 

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